Harry Patch, muere el último soldado vivo de la I G.M.

Nadie recuerda ya el infierno de sangre y fango que se vivió en las trincheras de la I Guerra Mundial. El británico Harry Patch, el único soldado que quedaba vivo de aquella guerra de posiciones en el frente occidental, murió el 25 de julio a los 111 años en una residencia de Wells (Somerset, al suroeste de Inglaterra). Con él se extingue la memoria de uno de los episodios más terribles de la historia de la humanidad, el horror de millones de hombres recluidos en agujeros y empantanados en el fuego cruzado, el frío y las enfermedades.

Leo Frobenius, el Lawrence de Arabia alemán

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Una historiadora española descubre la misión en Abisinia de Leo Frobenius – El célebre etnólogo trabajó como agente secreto en Oriente Próximo y África. 

Tenía grandes deseos de notoriedad, un temperamento megalómano y despótico, despreciaba a los pueblos a los que pretendía sublevar, ni siquiera hablaba sus idiomas, sus mapas eran deplorables y además se disfrazaba fatal. No es raro que resultara un más que discutible agente secreto y que su misión de levantar tribus y naciones contra los enemigos de Alemania en los tiempos de la I Guerra Mundial, para crear un nuevo foco bélico en África del Noreste, acabara en un total fiasco. Pero la aventura de Leo Frobenius, alias Abdul Kerim Pachá, y su descabellado plan, que acaba de salir al conocimiento público, de encender en llamas Abisinia y Sudán contra los intereses británicos en la zona -en una acción que es el reverso teutón y en fracasado de la rebelión de los árabes del desierto contra los turcos atizada por el coronel T. H. Lawrence-, resulta sensacional.

El etnógrafo, arqueólogo, historiador de la cultura y explorador berlinés Leo Frobenius (1873-1938) es un personaje rodeado de luces y sombras.

Repúblicas. Los regímenes democráticos de la etapa de entreguerras fueron barridos por la Gran Depresión

Entre 1910 y 1931 surgieron en Europa varias repúblicas, regímenes democráticos, o con aspiraciones democráticas, que sustituyeron a monarquías hereditarias establecidas en esos países desde hacía siglos. La mayoría de ellas, y algunas muy significativas como la alemana, la austriaca y la checa, se habían instaurado como consecuencia de la derrota en la I Guerra Mundial. La serie había comenzado en Portugal, con el derrocamiento de la monarquía en 1910, y la española fue la última en proclamarse. La única que subsistió como democracia en esos años, hasta el estallido de la I Guerra Mundial, fue la de Irlanda, creada en 1922. Todas las demás fueron derribadas por movimientos autoritarios de ultraderecha o fascistas.

El conocimiento que tienen la mayoría de los ciudadanos sobre esas repúblicas es, en el mejor de los casos, vago e incompleto. Se recuerda más cómo acabaron, las tragedias en las que desembocaron, que sus logros políticos o sociales. En el caso de España, aunque el interés por la Segunda República no se limita a los especialistas académicos, lo que se sabe fundamentalmente de ella son trozos sueltos, fragmentos divulgados por las militancias políticas, que muy pocos quieren o pueden juntar en una historia menos ideologizada y más sometida al escrutinio de las fuentes y del examen detallado de los hechos.

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USA a comienzos del siglo XX: Lewis Hine, el fotógrafo de los trabajadores

1328793790_644502_1328794182_album_normalFue uno de los pioneros en entender que el arte es un instrumento perfecto para cambiar la realidad. El trabajo infantil, la emigración y las terribles condiciones de vida de los obreros en Estados Unidos a comienzos del siglo XX fueron permanente motivo de inspiración de Lewis Hine (Wisconsin, 1874-Nueva York, 1940), fotógrafo estadounidense y pionero del documentalismo social.

La fundación Mapfre dedica al artista una retrospectiva con 170 imágenes que a partir de mañana se puede visitar en su sede madrileña. (Imágenes)

Maestro y sociólogo de profesión, la fotografía no fue su vocación inicial. Él quería cambiar el mundo y buscaba pruebas sobre las que armar sus argumentos. Con un grupo de estudiantes se adentró en las condiciones de vida de los niños durante el cambio de siglo. El escenario era la isla de Ellis, el centro de recepción de inmigrantes en Manhattan.

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Hitler en la I Guerra Mundial

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Thomas Weber, La primera guerra de Hitler (Taurus, 2012). Ni cabo ni soldado de primera línea: el historiador Thomas Weber desmonta los lugares comunes sobre la participación de Hitler en la I Guerra Mundial

Ese anodino hombre gris de uniforme que cruza una calle adoquinada fusil al hombro, embutido en un largo abrigo militar y tocado con elpickelhaube, el característico casco alemán de la Gran Guerra coronado por un pincho, será con el tiempo el causante de la mayor hecatombe de la historia. Se llama Adolf Hitler. El joven historiador alemán Thomas Weber (1974), doctorado en Oxford y profesor de Historia de Europa e Internacional en la Universidad de Aberdeen (Escocia), se ha asomado a la vieja fotografía desenfocada en la que destaca, cómo no, un bigote, para investigar cuál fue en realidad la experiencia bélica del futuro líder nazi en la I Guerra Mundial, y si fue tan decisiva (opina que no).

El resultado es un libro revelador y apasionante, La primera guerra de Hitler (Taurus, 2012), en la que Weber, mediante un concienzudo estudio de los registros del regimiento en el que luchó —el 16 º Regimiento Bávaro de Infantería de Reserva, RIR 16 o Regimiento List, por su comandante— desmonta lugares comunes, tópicos y clichés. De entrada, y esto sorprenderá a muchos, apunta que en realidad Hitler no fue cabo.Weber es taxativo al asegurar que Hitler no fue desde luego ningún héroe

«No, no es que yo lo haya degradado. Su único ascenso fue a Gefreiter, soldado de primera. Nunca tuvo mando de tropa, ni de un solo soldado. No se de dónde viene lo de atribuirle el rango de cabo. En Alemania se conoce perfectamente el término, probablemente es un problema de traducción a otras lenguas que ha persistido a lo largo del tiempo». Tampoco fue su experiencia la de un soldado de primera línea, como el propio Hitler sostuvo luego, sino que se mantuvo casi toda la guerra en un servicio menos arriesgado. Vamos que desde luego no fue un Jünger. Once días después de su llegada al frente y tras participar el 29 de octubre de 1914 en la primera batalla de Yprés, bautismo de fuego de su regimiento, Hitler fue nombrado correo y destinado al puesto de mando de la unidad, un destino mucho más cómodo y menos peligroso que las trincheras. «Me han acusado de sugerir que Hitler fue un cobarde, lo que ha provocado que se irriten mucho conmigo los neonazis y que en alguna conferencia en Alemania tuviera que estar presente la policía, pero yo no digo eso. Fue un buen soldado, diligente, concienzudo. Hizo lo que le mandaron, lo que se esperaba, y lo hizo bien. Sin embargo, lo que hizo no fue lo que luego contó. Es un hecho que mintió sobre su experiencia bélica sobredimensionándola, que se reinventó por razones políticas».

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la I Guerra Mundial

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‘En memoria de Ronchi’, imagen captada por Bruno Miniati (1889-1974) en Ronchi dei legionari (Italia), en 1916. / BRUNO MINIATI / ALINARI ARCHIVES / CORBIS

Tempestades de acero,Jünger

Adiós a todo eso, Graves

Un año en el altiplano, Lussu

Guerra del 15, de Giani Stuparich, (Trieste, 1891-Roma, 1961), Minúscula  (Del mismo autor La isla y Un año de escuela en Trieste (Minúscula), 

Parte de guerra, Edlef Köppen, Sajalín Editores. Barcelona, 2012

Compañía K, William March, Libros del Silencio. 

Poemas de guerraWilfred Owen,  en Acantilado.

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Viaje al hundimiento del ‘Lusitania’

La bañera de un camarote, el cabestrante de un bote salvavidas, los instrumentos de navegación que el capitán tuvo entre sus manos… La cámara sumergida en el mar a casi cien metros de profundidad encuentra objetos que ayudan a recordar cómo era el Lusitania, el barco de pasajeros que partió de Nueva York con destino Liverpool pero que fue hundido por un torpedo lanzado desde un submarino alemán a las 14.15 del 7 de mayo de 1915, justo cuando la mayoría de los pasajeros estaba terminando de almorzar. Todo ocurrió a solo 20 kilómetros de la costa de Irlanda, en plena Primera Guerra Mundial. Murieron 1.918 personas, familias enteras y muchos niños.

Casi un siglo después, en el verano de 2011, una expedición comandada por Gregg Bennis, de 83 años y actual propietario de lo que queda del Lusitania, se propuso averiguar por qué unos segundos después del impacto del torpedo alemán el barco sufrió una descomunal segunda explosión que lo mandó a pique en apenas 18 minutos.

Tregua de Navidad, 1914: partido de fútbol entre alemanes y británicos

El 24 de diciembre de 1914, los soldados alemanes desplegados en Ypres (Bélgica), empezaron a decorar sus trincheras y cantar el más célebre de sus villancicos, Noche de paz. Los soldados británicos desplegados en la frontera no respondieron con balas, sino entonando sus propias canciones navideñas. Aquella noche empezó una tregua singular e histórica que durante unos días haría que más de 100.000 soldados, sobre todo alemanes y británicos, pero también franceses, confraternizaran para celebrar la Navidad en medio de un conflicto que todos esperaban que fuera corto y definitivo, pero que resultó un larguísimo y amargo aperitivo de otra guerra.

La tregua se extendió por numerosas trincheras del frente occidental en aquellas primeras Navidades de la I Guerra Mundial. Al año siguiente se repitieron las escenas de confraternización, pero a una escala mucho más pequeña. En 1916 ya casi no hubo tregua: las batallas del Somme y de Verdún, en las que murieron más de un millón y medio de soldados, habían dejado ya claro que aquella era una guerra cruel y larga.

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