Celuloide con esvástica

Los nazis eran unos grandes cinéfilos. A su manera. A Hitler le encantaba el cine-incluido aquel género macabro que eran las filmaciones de sus opositores ejecutados-y para Goebbels era una obsesión: no pasaba un día sin ver una película. Es cierto que les gustaba lo que les gustaba, y lo que no lo tenía muy muy mal.

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Hitler y Leni Riefenstahl durante el rodaje de El triunfo de la voluntad.

Cuando los nazis, que veían muy clara la capacidad del celuloide como arma de propaganda, llegaron al poder en 1933, la edad de oro del cine alemán, la de Lang y Pabst, había terminado, y gracias a Dios filmes como El ángel azul o M ya se habían rodado. Desde su cargo en el Ministerio de Propaganda, Goebbels-además de beneficiarse muchas actrices-se dedicó a ejercer un férreo control ideológico sobre la industria cinematográfica, que incluía la aplicación de la política racial.Así, una de las primeras disposiciones fue la Arierparagraph , la cláusula que prohibía a los judíos trabajar en el cine, con la consecuente pérdida de talentos que emigraron a Hollywood, los más afortunados.

Bajo la férula del ministro, además de prohibir buena parte del cine extranjero-como Tarzán y su compañera -, se impuso un cine mezquino al servicio del poder, destinado a educar a las masas en el credo nazi.Varias de las películas que se produjeron con esta base son despreciables incitaciones al odio racial, aunque también se produjo mucho material sumamente vulgar y sensiblero.

En una singular e interesantísima iniciativa, la Filmoteca de la Generalitat, en colaboración con el Festival de Cine Judío de Barcelona y el Goethe Institut, inició ayer un extraordinario ciclo sobre cine y propaganda nazi que hasta el día 19 presenta algunas de estas películas abyectas. Cada sesión está cuidadosamente empaquetada con presentaciones a cargo de especialistas para contextualizar los filmes y desactivar su hiel ideológica. Entre los seis filmes de propaganda nazi que se ofrecen, se incluye un hito del antisemitismo como es El judío Süss (1940), tan estimada por Goebbels (hoy, 20 h), y Heimkehr (La vuelta a casa , 1941 ), una película especialmente venenosa que pretendió justificar la invasión de Polonia mostrando la supuesta opresión de la minoría alemana por los polacos. Más sutil-en la medida en que el adjetivo cuadra al cine nazi-es El presidente Krüger , que con la excusa de un biopic del líder bóer durante la guerra contra los británicos, justifica la política de los campos de concentración nazis, al tiempo que sostiene que los inventaron entonces los ingleses en el África austral. No está de más recordar que la vindicación del tío Paul(Krüger) y los boers viene de antiguo en Alemania, y que el káiser Guillermo II valoró la posibilidad de enviar ayuda a los resistentes durante la guerra anglo-boer.

No podía faltar en un ciclo como éste el cine ensalzador del nazismo de Leni Riefenstahl, la camarógrafos emblemática del III Reich, de la cual se proyecta El triunfo de la voluntad , su ampulosa filmación del congreso del partido en Nurenberg en 1934.

Junto a estos viejos filmes, el ciclo incluye cuatro documentales contemporáneos muy interesantes. Harlan rastrea la personalidad de Veit Harlan, el director de El judío Süss ; Prisionero en el paraísorecrea la peripecia de Kurt Gerron, un actor y director judío alemán disparo de un campo de concentración para que dirigiera una película de propaganda nazi; En film unfinished , del israelí Yael Hersonski, recoge las imágenes filmadas por los nazis en el gueto de Varsovia destinadas a plasmar la buena vida de los judíos, mientras que el cine de propaganda nazi , de Felix Mueller, pasa revista al destino de las viejas películas nazis, varias de las cuales no pueden ser proyectadas fuera de los circuitos especializados.

 Barcelona 9 ENE 2014 ELPAÍS

 

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