Alfred Rosenberg, pedante filósofo del nazismo. EE.UU. recupera parte de su diario.

Alfred Rosenberg, insufriblemente arrogante y pedante, era uno de los nazis más antipáticos. No les caía bien ni a ellos mismos.

Alfred Rosenberg en una imagen tomada entre 1933 y 1945 y sentado en su celda, durante los juicios de Nuremberg, en 1945  . / REUTERS

Alfred Rosenberg, insufriblemente arrogante y pedante, era uno de los nazis más antipáticos. No les caía bien ni a ellos. Atormentado siempre por no poder llegar a la cúpula real del poder, se granjeó el desprecio y las burlas de muchos de sus compañeros de partido, que no hacían sino seguir en eso el ejemplo del propio Hitler. Von Schirach decía de Rosenberg que era el autor que más ejemplares había vendido de un libro que nadie había leído. Se refería a Mythus del XX Jahrhunderts (El Mito del siglo XX), su obra mayor (algo no muy difícil cuando tienes otros títulos como Inmoralidad en el Talmud), y la segunda Biblia nazi después del Mein Kampf.

Mythus, influido por Houston Stewart Chamberlain y una mala lectura de Nietzsche, es un mamotreto de muchas ínfulas que Goering describió sin ambages como “basura” y Goebbels calificó de “escupitajo filosófico”. En ese libro, Rosenberg trató de sistematizar la confusa filosofía oficial que había detrás del movimiento nazi, la espuria amalgama de neopaganismo, mística de la sangre, teorías raciales y pseudociencia que él consiguió convertir en algo que Hitler mismo consideraba demasiado oscuro para entenderlo. Hay que decir en descargo de Rosenberg que su libro fue el único intento serio de poner por escrito la embarullada filosofía nazi.

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Adolfo Eichmann

Artículo de Mario Vargas Llosa comentando la película que Margarethe von Trotta ha realizado basada en el reportaje que Hannah Arendt escribió para The New Yorker sobre el juicio al criminal nazi Adolf Eichmann que se celebró en Jerusalén en 1961, y el escándalo y la controversia que provocó, sobre todo al aparecer ese texto ampliado en un libro en 1963, donde la pensadora alemana desarrolla su teoría sobre “la banalidad del mal”

El hombre sin cualidades

PIEDRA DE TOQUE. Adolf Eichmann, uno de los especialistas del régimen hitleriano en el exterminio de judíos, fue un pobre diablo mediocre que encontró en la burocracia del nazismo la oportunidad de ascender.  16 JUN 2013 – 00:01 CET

Estuve una semana en París y el fantasma de Hannah Arendt me salió al encuentro por todas partes. En tres cines del Barrio Latino exhibían la película que Margarethe von Trotta le ha dedicado y me gustó mucho verla. No es una gran película pero sí un buen testimonio sobre la recia personalidad de la autora de Los orígenes del totalitarismo, su lucidez y su insobornable independencia intelectual y política.

El film está casi totalmente centrado en el reportaje que Hannah Arendt escribió, a pedido suyo, para The New Yorker sobre el juicio al criminal nazi Adolf Eichmann que se celebró en Jerusalén en 1961, y el escándalo y la controversia que provocó, sobre todo al aparecer ese texto ampliado en un libro en 1963, donde la pensadora alemana desarrolla su teoría sobre “la banalidad del mal”. La actriz Barbara Sukowa hace una sutil interpretación de Arendt; la mayor flaqueza de la película es la fugaz y caricatural descripción que presenta del vínculo que unió a Hannah Arendt con Martin Heidegger, de quien fue primero discípula, luego amante eventual y al que, pese a la cercanía que aquel tuvo con el nazismo, profesó siempre una admiración sin reservas (al cumplir Heidegger 80 años le dedicó un largo y generoso ensayo).

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Aribert Heim, Doctor Muerte, médico del campo de Mauthausen

Al menos veintiséis españoles presos en Mauthausen fueron operados por el médico SS Aribert Heim. Aribert Heim murió en El Cairo en 1992

La causa penal contra Aribert Heim, el Doctor Muerte, el nazi que asesinó a decenas de presos en el campo de concentración de Mauthausen (Austria) sigue abierta en Alemania, y sus viejos legajos, todavía secretos, encierran sorpresas. En 1976, el comisario Aedtner, el sabueso policía alemán que dedicó su vida a perseguir al Carnicero de Mauthausen, redactó un documento de 15 páginas dirigido a la fiscalía de Baden Baden (Alemania) en el que pidió que se buscara e interrogara en varios países a nueve ex presos españoles que pasaron por las manos de Heim en los siniestros quirófanos del Revier, la enfermería del campo en la que varios médicos de las SS asesinaron a centenares de personas con inyecciones de cloruro de magnesio en el corazón.

«Su testimonio podría ser de extrema importancia porque quizá fueron testigos de los asesinatos. «Éste es un tema tabú, pero todos sabíamos que Ramón, un enfermero español, colaboraba con los médicos SS»

El documento del Departamento de Investigación Criminal de Stuttgart en el que trabajaba Aedtner, al que ha tenido acceso EL PAÍS, señala que, consultado el libro de operaciones de Mauthausen, los ex presos españoles «podrían ser de extrema importancia porque fueron tratados por Heim y posiblemente fueron testigos de los asesinatos perpetrados» por el médico austriaco, que entonces tenía 27 años. En la lista aparecían Antonio Cerdán Rodríguez (Ferrol), Manuel Fernández Martínez (Madrid) y Manuel Fernández Canga (Mieres), residentes en Alemania; José Abad Segura, Olegario Serrano Calero y Manuel Elena Hernández, en Francia, y Juan Farre Rebola (Barcelona), Antonio Roig Llivi (Barcelona) y Joaquín Velilla Celma (Teruel), en España. Al menos 26 presos españoles fueron intervenidos por Heim en 1941, según ha confirmado este periódico en el libro de operaciones. Ocho murieron en Mauthausen y Gusen, campo próximo, y cinco de ellos, en fechas cercanas a la intervención. Sigue leyendo

La herencia de Heim, el médico del campo de Mauthausen

Un juzgado de Berlín ofrece a los hijos de Aribert Heim, médico de las SS, recuperar su herencia. El mayor se niega recibir nada de su padre y el pequeño acepta el legado, de un millón de euros

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Aribert Heim, en 1961, con su hijo Rüdiger poco antes de huir.

El cuerpo de Aribert Heim, el Doctor Muerte, continúa sin aparecer, pero, al menos, acaba de aflorar su herencia: un millón ochenta y ocho mil euros. Ese es el legado económico que el criminal nazi más buscado ha dejado a sus herederos. Un juzgado municipal de Berlín acordó el pasado 3 de abril aceptar el óbito del Carnicero de Mauthausen —desaparecido durante décadas y declarado muerto hace solo nueve meses—, examinar los documentos sobre sus últimos deseos y preguntar a sus dos hijos si aceptan el dinero: Rüdiger, de 57 años, soltero, ha respondido que sí. Su hermano Aideberg, de 63, casado, ha contestado con una negativa. No quiere recibir nada del hombre acusado de asesinar a 300 presos con inyecciones de benceno en el corazón en el siniestro Revier, enfermería, del campo de Mauthausen.

Los hermanos Heim han mantenido una posición muy diferente desde que su padre se fugó de Alemania cuando ellos tenían seis y doce años. El menor contactó con él en su secreto refugio en El Cairo (Egipto), le ayudó, visitó varias veces y acompañó durante sus últimos días de vida. Creyó en su inocencia y mintió sobre su paradero. El mayor no quiso saber nada de su progenitor ni volvió a verlo jamás. Dos actitudes distintas frente al mismo padre. “Me ha dicho que no quiere nada de él y así lo hemos comunicado al juzgado”, afirma Rüdiger de su hermano.

Después de una búsqueda infructuosa que duró 50 años, el juez Neerforth cerró el pasado mes de septiembre la búsqueda de uno de los hombres más odiados y perseguidos de Alemania. Documentos aportados al juzgado por Freitz Steinaker, de 91 años, abogado y amigo del nazi, y por Rüdiger Heim, su hijo menor, demostraron que el Doctor Muerte falleció en agosto de 1992 en El Cairo (Egipto) a los 78 años víctima de un cáncer de colon. El apuesto médico de las SS murió en los brazos de Rüdiger, el que ha aceptado la herencia, en su habitación del hotel Kars el Medina, donde vivió escondido bajo el nombre de Tarek Hussein Farid, identidad que adoptó cuando en 1980 se convirtió al islam. Los dueños del hotel, la familia Doma, asegura haber visto su cadáver.

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